miércoles, 18 de junio de 2014

Cocaine Blues

Fotografía de la época tomada por Jose


Cuando tenía veintidós años, me emborrachaba y en seguida explicaba que yo era un tipo de la clase de Descartes. Sabía muy bien que me estaba inflando de heroísmo, pero me dejaba llevar, eso me gustaba. Al día siguiente, sentía tanto asco como si me hubiera despertado en una cama vomitada.
Jean Paul Sartre

Antes, debes saber que ésta puede parecerse a cualquier historia sobre la cocaína que hayas escuchado o visto en la televisión, sólo que en lugar de estar relatada por un viejo banquero que perdió su fortuna, está contada por mí, que no perdí millones, ni familia, ni propiedades, de hecho no perdí nada, en lugar de eso, gané, gané historias, historias que pienso contar, porque verán,  hay mucha vergüenza  girando en torno a las mujeres que usan drogas y yo me niego a tomar parte en esa vergüenza colectiva, o de cualquier vergüenza que involucre a la mujer.

Devolvamos otra vez el calendario unos cuatro años hacia atrás, pero ésta vez será diferente, para ésta época ya había comenzado a abrazar mi destino como la última virgen regente de Maracaibo, que además perteneció a la descarriada generación del 07 y siguió siendo virgen, buena, adorable, seria, loca y única en mi especie.

Va corriendo el 2010, los semestres eran baratos, el alcohol era barato, irse de fiesta era barato y fácil, mucho más fácil que levantarse al día siguiente, podías darte el lujo de mandarlo todo a la mierda y resarcir el daño en el próximo período, todo se trataba de borrón y cuenta nueva, inventamos el auto-consuelo como medida preventiva para colapsos nerviosos, frases como, “¿sabes? Aún sigo siendo muy joven para graduarme” o, “cada quien experimenta la universidad a su manera” salían constantemente de nuestras irresponsable bocas y, a pesar de que todo sonaba muy bien por fuera, a pesar de que parecía tenerlo todo bajo absoluto control, por dentro sabía que de un momento a otro todo se desplomaría y que vería mi vida exactamente como lo que era, un desastre,  la negación toma formas muy convincentes cuando uno es joven.

Pero yo no estaba sólo en negación, ese año yo estaba empezando a abordar una campaña de auto-destrucción barbárica, que me condujo a millones de kilómetros de distancia de la persona que solía ser.

Va corriendo ese lapso de tiempo en la que aún no había conocido el efecto de la marihuana, y en la que el máximo efecto alucinógeno de mis días ocurría si me tomaba yo sola una botella de ron, lo cual siempre me ha sido físicamente imposible,  eran los mismos tiempos en los que salía pasar cada día junto a mis mejores amigos V. y N. su novio quien también resultaba ser dealer de oficio, las amistades son fuentes muy poderosas de convencimiento, tampoco es que necesitara convencerme de probar los productos de N, así que no pasó mucho antes que me atreviera a probar el segundo producto mejor vendido del negocio y gracias a este producto existe hoy este relato al que llamo

Cocaine Blues…

En un mundo paralelo y melancólico, lleno de gente absurda que sólo le interesa cierto tipo de cosas que no me interesaban a mí, N, V, J y yo logramos construir una ilusión muy grande alrededor de la idea de que éramos una familia y que no podíamos pasar varios días sin estar todos juntos, éramos el experimento social más noble de la historia, demostrando cómo cuatro solitarios podían permanecer en una sola habitación, encerrados por una semana, sin terminar cortándonos las gargantas, cuando vives días como estos te llenas de ese increíble sentimiento, esa sensación invaluable de no ser un extraño alrededor de tus conocidos, donde te empiezas a sentir cómodo y lo más peligroso de todo, donde empiezas a confiar ciegamente en las personas, tu mente se va a lugares que no existen, tu cuerpo no rechaza ninguna oferta, pero tu consciencia no se ha ido a ningún lado, te ha visto tal cual te comportaste y empieza a activar poco a poco las alarmas dentro de ti, al mismo tiempo se te vuelve súper difícil rechazar cosas que vienen de tu familia, es decir, hasta el día de hoy no he rechazado nada que venga de mis abuelos por ejemplo, porque sabes que hay amor y devoción implicados en esa oferta, o tal vez sólo estoy inventando excusas para mi comportamiento, no sé, nunca lo sabré con certeza.

Ahí estaba, apilada sobre un plato, blanca, casi brillante, era tan malditamente llamativa que no podías ni siquiera ignorar que había cocaína en la habitación y no hacer nada al respecto,  así que me fui directo hacia ella y lo hice, inhalé mi primer pase de cocaína frente a mis mejores amigos y también otro señor que no tenía ni idea de quién era, pasa mucho que se agrega alguien a tu grupo si hay algo de cocaína entre los tuyos.

Esto no era un pequeño mareo después de tomar vino, no era dormirse después de tomar jarabe para la tos, no era un desvanecimiento, esto era otra cosa, era tensión, era valentía pura, era imprudencia acompañada de auto-confianza, era elocuencia combinada con encanto, era todas las cosas que nunca había sido en mi vida, y venían en lapsos de 25 minutos, esperando por el próximo pase, era como si hubiesen extraído cualquier inseguridad que me afectase en ese momento y las hubieran reemplazado por todo lo que me hacía falta, era energía pura y seguían llegando las sorpresas, un segundo pase y estabas fuera del alcance de los demás,  empieza un trabajo de seducción contigo mismo, mentalmente es como si tu piel comenzara a destilar luz fuera de ti, el contacto con tu propio reflejo se vuelve maravilloso, ¿qué era la cocaína para mí? 

Era temeridad en una bolsa, era la representación del poder en polvo, “Estas en la cima de todo, sobre todos” me dije una vez frente al espejo mientras colgaba de una alta dosis de C.
Las pequeñas cosas como hablar con extraños, alardear sobre tu increíble habilidad para escribir sin haber terminado un solo texto, coquetear, negociar tragos con bartenders, pedir favores, se volvían cada vez más fáciles  y es así, no existe reto social que la cocaína no te ayude a lograr, eso si de por sí ya eres inteligente, si no, no esperes a que ningún tipo de milagro ocurra sobre ti y menos si estás en coca.

Y ya que estaba de ese humor valiente y me sentía invencible, por qué no apostar por algo más alto y ese es un poco el riesgo de la cocaína, no puedes diferenciar un error de un acierto, lo único que quieres es tomar el riesgo, los adictos al póker se van all in en una jugada, los grandes vendedores de acciones negocian millones en la bolsa, pero cuando las niñas están bajo la influencia de la cocaína solo quieren hacer una cosa, llevar a cabo todas sus fantasías, para ese entonces vivía desafiándome a hacer la única cosa que no me permitía hacer, declararle mi rotundo y definitivo amor a J, era la acción más peligrosa que podía realizar y sin embargo, cuando estaba en coca no se veía como la gran cosa.

Pero todo pasa por una razón y creo que nunca lo hice, no que yo recuerde y menos mal, porque J tenía una gran reputación por romperle el corazón a las mujeres y volverlas locas, supongo que el universo estaba tratando de protegerme de algo parecido a un break down emocional antes de que llegara el break down de verdad que produce el cese de consumo de la cocaína y no tengan dudas al respecto, el bajón del día siguiente es uno de los ejemplos más precisos de la ley de gravedad, cuanto más alto te sentiste durante la noche anterior, mas bajo te sentirás al día siguiente.

Tan pronto el efecto se va de tu cuerpo, la ilusión se desvanece, no es un precio bajo de pagar, en mi caso, solía pasar que empezaba a ver la noche anterior como capítulos, debe ser producto del exceso,  pero siempre me pasaba lo mismo, la epifanía del taxi, la epifanía mirando por la ventana, siempre la epifanía de golpe, es tu consciencia, esa que siempre estuvo mirando lo que hacías, que estuvo ahí cuando decidiste que quitarte la ropa frente a una multitud estaba bien, esperando, esperando el momento justo, en el que te sientes la peor persona del planeta, ese momento donde todo se junta, tu olor a fluidos corporales, aquel inclemente dolor de cabeza, las nauseas por supuesto, ese estado de decadencia suele ser el favorito de tu consciencia para hacerte ver lo mal que te portaste, juraría que puedo llenar un libro sólo con epifanías del día siguiente.


Aquellos fueron días de grandes acontecimientos, de grandes destrucciones y de mucha nostalgia, se supone que eso sean los blues,  melancólicos, es por eso que cada vez que miro hacia atrás para echar un vistazo a aquella época, inevitablemente comienzan a sonar en mi cabeza los cocaine blues.

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