Fotografía de la época tomada por Jose
Cuando tenía veintidós años, me
emborrachaba y en seguida explicaba que yo era un tipo de la clase de
Descartes. Sabía muy bien que me estaba inflando de heroísmo, pero me dejaba
llevar, eso me gustaba. Al día siguiente, sentía tanto asco como si me hubiera
despertado en una cama vomitada.
Jean Paul Sartre
Antes, debes
saber que ésta puede parecerse a cualquier historia sobre la cocaína que hayas
escuchado o visto en la televisión, sólo que en lugar de estar relatada por un
viejo banquero que perdió su fortuna, está contada por mí, que no perdí
millones, ni familia, ni propiedades, de hecho no perdí nada, en lugar de eso,
gané, gané historias, historias que pienso contar, porque verán, hay mucha vergüenza girando en torno a las mujeres que usan
drogas y yo me niego a tomar parte en esa vergüenza colectiva, o de cualquier vergüenza
que involucre a la mujer.
Devolvamos otra
vez el calendario unos cuatro años hacia atrás, pero ésta vez será diferente,
para ésta época ya había comenzado a abrazar mi destino como la última virgen
regente de Maracaibo, que además perteneció a la descarriada generación del 07
y siguió siendo virgen, buena, adorable, seria, loca y única en mi especie.
Va corriendo el
2010, los semestres eran baratos, el alcohol era barato, irse de fiesta era
barato y fácil, mucho más fácil que levantarse al día siguiente, podías darte
el lujo de mandarlo todo a la mierda y resarcir el daño en el próximo período,
todo se trataba de borrón y cuenta nueva, inventamos el auto-consuelo como
medida preventiva para colapsos nerviosos, frases como, “¿sabes? Aún sigo
siendo muy joven para graduarme” o, “cada quien experimenta la universidad a su
manera” salían constantemente de nuestras irresponsable bocas y, a pesar de que
todo sonaba muy bien por fuera, a pesar de que parecía tenerlo todo bajo
absoluto control, por dentro sabía que de un momento a otro todo se desplomaría
y que vería mi vida exactamente como lo que era, un desastre, la negación toma formas muy convincentes
cuando uno es joven.
Pero yo no estaba
sólo en negación, ese año yo estaba empezando a abordar una campaña de
auto-destrucción barbárica, que me condujo a millones de kilómetros de distancia
de la persona que solía ser.
Va corriendo ese
lapso de tiempo en la que aún no había conocido el efecto de la marihuana, y en
la que el máximo efecto alucinógeno de mis días ocurría si me tomaba yo sola
una botella de ron, lo cual siempre me ha sido físicamente imposible, eran los mismos tiempos en los que salía
pasar cada día junto a mis mejores amigos V. y N. su novio quien también
resultaba ser dealer de oficio, las amistades son fuentes muy poderosas de convencimiento,
tampoco es que necesitara convencerme de probar los productos de N, así que no
pasó mucho antes que me atreviera a probar el segundo producto mejor vendido
del negocio y gracias a este producto existe hoy este relato al que llamo
Cocaine
Blues…
En un mundo
paralelo y melancólico, lleno de gente absurda que sólo le interesa cierto tipo
de cosas que no me interesaban a mí, N, V, J y yo logramos construir una ilusión
muy grande alrededor de la idea de que éramos una familia y que no podíamos
pasar varios días sin estar todos juntos, éramos el experimento social más
noble de la historia, demostrando cómo cuatro solitarios podían permanecer en
una sola habitación, encerrados por una semana, sin terminar cortándonos las
gargantas, cuando vives días como estos te llenas de ese increíble sentimiento,
esa sensación invaluable de no ser un extraño alrededor de tus conocidos, donde
te empiezas a sentir cómodo y lo más peligroso de todo, donde empiezas a
confiar ciegamente en las personas, tu mente se va a lugares que no existen, tu
cuerpo no rechaza ninguna oferta, pero tu consciencia no se ha ido a ningún
lado, te ha visto tal cual te comportaste y empieza a activar poco a poco las
alarmas dentro de ti, al mismo tiempo se te vuelve súper difícil rechazar cosas
que vienen de tu familia, es decir, hasta el día de hoy no he rechazado nada
que venga de mis abuelos por ejemplo, porque sabes que hay amor y devoción
implicados en esa oferta, o tal vez sólo estoy inventando excusas para mi
comportamiento, no sé, nunca lo sabré con certeza.
Ahí estaba,
apilada sobre un plato, blanca, casi brillante, era tan malditamente llamativa
que no podías ni siquiera ignorar que había cocaína en la habitación y no hacer
nada al respecto, así que me fui directo
hacia ella y lo hice, inhalé mi primer pase de cocaína frente a mis mejores
amigos y también otro señor que no tenía ni idea de quién era, pasa mucho que
se agrega alguien a tu grupo si hay algo de cocaína entre los tuyos.
Esto no era un
pequeño mareo después de tomar vino, no era dormirse después de tomar jarabe
para la tos, no era un desvanecimiento, esto era otra cosa, era tensión, era
valentía pura, era imprudencia acompañada de auto-confianza, era elocuencia
combinada con encanto, era todas las cosas que nunca había sido en mi vida, y
venían en lapsos de 25 minutos, esperando por el próximo pase, era como si
hubiesen extraído cualquier inseguridad que me afectase en ese momento y las hubieran
reemplazado por todo lo que me hacía falta, era energía pura y seguían llegando
las sorpresas, un segundo pase y estabas fuera del alcance de los demás, empieza un trabajo de seducción contigo
mismo, mentalmente es como si tu piel comenzara a destilar luz fuera de ti, el
contacto con tu propio reflejo se vuelve maravilloso, ¿qué era la cocaína para
mí?
Era temeridad en una bolsa, era la representación del poder en polvo,
“Estas en la cima de todo, sobre todos” me dije una vez frente al espejo
mientras colgaba de una alta dosis de C.
Las pequeñas
cosas como hablar con extraños, alardear sobre tu increíble habilidad para
escribir sin haber terminado un solo texto, coquetear, negociar tragos con
bartenders, pedir favores, se volvían cada vez más fáciles y es así, no existe reto social que la
cocaína no te ayude a lograr, eso si de por sí ya eres inteligente, si no, no
esperes a que ningún tipo de milagro ocurra sobre ti y menos si estás en coca.
Y ya que estaba
de ese humor valiente y me sentía invencible, por qué no apostar por algo más
alto y ese es un poco el riesgo de la cocaína, no puedes diferenciar un error
de un acierto, lo único que quieres es tomar el riesgo, los adictos al póker se
van all in en una jugada, los grandes
vendedores de acciones negocian millones en la bolsa, pero cuando las niñas
están bajo la influencia de la cocaína solo quieren hacer una cosa, llevar a cabo
todas sus fantasías, para ese entonces vivía desafiándome a hacer la única cosa
que no me permitía hacer, declararle mi rotundo y definitivo amor a J, era la
acción más peligrosa que podía realizar y sin embargo, cuando estaba en coca no
se veía como la gran cosa.
Pero todo pasa
por una razón y creo que nunca lo hice, no que yo recuerde y menos mal, porque
J tenía una gran reputación por romperle el corazón a las mujeres y volverlas
locas, supongo que el universo estaba tratando de protegerme de algo parecido a
un break down emocional antes de que
llegara el break down de verdad que
produce el cese de consumo de la cocaína y no tengan dudas al respecto, el
bajón del día siguiente es uno de los ejemplos más precisos de la ley de
gravedad, cuanto más alto te sentiste durante la noche anterior, mas bajo te
sentirás al día siguiente.
Tan pronto el
efecto se va de tu cuerpo, la ilusión se desvanece, no es un precio bajo de
pagar, en mi caso, solía pasar que empezaba a ver la noche anterior como capítulos,
debe ser producto del exceso, pero
siempre me pasaba lo mismo, la epifanía del taxi, la epifanía mirando por la
ventana, siempre la epifanía de golpe, es tu consciencia, esa que siempre
estuvo mirando lo que hacías, que estuvo ahí cuando decidiste que quitarte la
ropa frente a una multitud estaba bien, esperando, esperando el momento justo,
en el que te sientes la peor persona del planeta, ese momento donde todo se
junta, tu olor a fluidos corporales, aquel inclemente dolor de cabeza, las
nauseas por supuesto, ese estado de decadencia suele ser el favorito de tu
consciencia para hacerte ver lo mal que te portaste, juraría que puedo llenar
un libro sólo con epifanías del día siguiente.
Aquellos fueron
días de grandes acontecimientos, de grandes destrucciones y de mucha nostalgia,
se supone que eso sean los blues, melancólicos,
es por eso que cada vez que miro hacia atrás para echar un vistazo a aquella
época, inevitablemente comienzan a sonar en mi cabeza los cocaine blues.
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