Cinco años antes,
cuando todos los hechos que estoy a punto de describir empezaron a suceder y debo
decir que antes de este tiempo, simplemente no habría tenido la habilidad
suficiente para contar de manera coherente cada detalle de mi vida como stoner,
porque cada libro que he leído, cada serie de televisión y película que he
visto, cada revista, cada persona que he conocido han influenciado este relato,
que para mí es más que un relato, es mi vida privada expuesta en un texto.
Mi nombre es Alexandra
Urbina y si me hubieras conocido algunos años atrás no habrías encontrado
absolutamente nada en común con la persona que soy ahora, porque en el trayecto
descubrí que existen muchas cosas locas en el mundo, pero las vemos así porque
aún no estamos acostumbrados a ellas, por qué no acostumbrarnos al hecho de que la mayoría de las personas ha tenido una
experiencia cercana con las drogas y casi todas, las describen como algo que
vale la pena probar. Ésta es una crónica personal sobre mi experiencia con las
drogas, una larga trayectoria que incluye a muchos contribuyentes y muchos
llamados de alerta a los que nunca quise hacer caso.
El espectro de G
De vuelta a mis 18 era
una joven recta, idealista, directamente comprometida con la opinión pública,
virgen, cerrada en tantos sentidos, mi relación con las drogas en ese entonces
era básicamente inexistente, es increíble como de pronto un concepto pasa de
ser completamente abstracto a específico con el pasar de los años y aún más
increíble como nuestras vidas cambian y te trasladas a un punto en el que te
detienes a ver a la persona que solías ser y no puedes encontrar una sola
coincidencia entre ambas y no digo que las drogas hayan influenciado ese
cambio, la vida cambia porque la VIDA te cambia.
Recuerdo mi primera
experiencia más por esa sensación de estar haciendo algo prohibido que por lo
que de verdad fue, un completo fracaso, una muy querida amiga me dio la
bienvenida a la ciudad y quiso que festejáramos compartiendo un joint (o algo
parecido a un joint) no lo sé, estaba muy mal envuelto en celulosa, para ese
entonces ni entendía que era celulosa solo pensaba que era envoltura de
caramelo. En mi cabeza no existía ese proceso de inhalar, retener, soltar, todo
esto era demasiado nuevo para mí, y muy difícil de seguir físicamente, así que
por esa vez y por un montón de veces más, lo hice todo mal.
Cuando mi amiga logró
encenderlo, al mismo tiempo que evitaba que se desmoronara en pedazos, cada
quien hizo su parte, pero el joint no hizo la suya, fue tan triste que casi
comienzo una armada de protestas en contra de aquellas charlas de colegio donde
te decían que el uso de drogas es nocivo para la salud, pero al menos ese
intento me valía para presumir frente a mis nuevos conocidos que, en efecto,
aquella inteligente, dulce e inocente yo, había probado las drogas, una pequeña
gran hazaña que compensaba el hecho de ser la única virgen de mi grupo de
amigos, porque era inesperado y ser inesperado es lo único que importa.
Fue una cómica historia
que sigo contando después de casi 5 años y que marcó el comienzo o, uno de los
tantos comienzos de una etapa que aún sigue viva en mí. Luego de aquel fiasco
por lo menos una vez al mes algún valiente lograba reunir a sus personas
favoritas en una fiesta y sacaba un porro de su bolsillo diciendo “aquí todos
fuman, ¿no?” Claro que todos fumaban, excepto yo que no sabía, pero no me iba a
poner a contarles toda la historia a todos los que alguna vez me ofrecieran
fumar, si una cosa aprendí de esa época era que una vez encendido, es una
carrera contra el tiempo entre los fumadores y la duración del porro, casi
siempre accedía a fumar por cortesía aunque no me hiciera nada, otras veces las
personas intentaron enseñarme cómo fumar correctamente (aún así no consiguieron
nada) y otras (muy controversiales por cierto) simplemente les decía que
prefería otra cosa, pues la marihuana no me hacía efecto alguno, otra cosa ¿¿como
qué?? Sus siempre terminaban siendo poemas.
Por no saber nunca qué
se sentía estar drogada, todo el espectro que iba de “las drogas te controlan la vida” se vino abajo
completamente, las cosas que te decían
en el colegio, que te dicen en el colegio no son del todo ciertas, no son
mentiras, pero algo que deberían cambiar es ese método de inducirte un miedo
irracional a que pruebes algo que no conoces, es traumático y probablemente sea
la razón por la que muchos jóvenes hoy en día lo hacen es porque quieren estar
más en contacto con sus miedos.
Me había ganado el
mérito de experimentar con otras cosas, cocaína check, ketamina check, rivotril
check, lexotanil check y no hubo nunca un llamado de atención porque todo
estaba medido, calculado y supervisado por un experto, otro gran amigo que me
enseñó muchas cosas, una cosa que tampoco te dicen en el colegio, es que los
dealers pueden tener corazones muy grandes, gracias a este amigo conocí los
productos que acabo de nombrar, a conocer mis límites más allá de mis límites,
a medirme, a comportarme, siempre he sido una stoner muy digna y eso es gracias
a él, pero el mayor aprendizaje que pude obtener de aquel amigo, fue el de no confiar en todo el mundo,
se abierto y comparte, pero no confíes en nadie como confías en mí.
Con mis conocimientos
en químicos y mi inmunidad a la marihuana fui imparable como por un año o dos,
otra cosa acerca de las drogas es, si tu mente es débil tu cuerpo se rinde
fácil, pero si eres una persona normal, que lleva una vida normal sin mucho de
esto y poco de aquello, puedes fácilmente experimentar con las drogas sin que
pase de eso, todo se trata de auto control, por eso siempre que escucho que
alguien se cayó a golpes porque estaba fumando marihuana, mi reacción inmediata
es “bitch please” y es ese el tipo de espectro que intentaría derribar si fuera
una activista apoyando la causa de legalizar, hay muy poca información sobre
los efectos de las drogas, como por ejemplo que en este momento, quizás el
típico consumidor no luce como un motorizado de bar, sino que se parece más a
una chica guapa de 17 años que sale de fiesta y le da a todo lo que consigue,
sabías eso?
Desafortunadamente no todos cuentan con un
drug coach que te ayude a sobrellevar un largo viaje y es aquí donde le hago
honor a la persona en el título de esta primera etapa de mi experiencia con las
drogas, porque mi fondo no llegó por mí tocando fondo, sino por ver a alguien
más tocándolo, bañándose en ese asqueroso charco de fondo en el que nunca
quisiera caer.
La experiencia de G me
ayudó a entender el poder que pueden llegar a tener las drogas sobre tu mente y
a manejarlas con respeto. Luego de un tiempo, si te codeas con la gente
adecuada, llegará una época en la que ni siquiera tendrás que salir de tu casa
para conseguir un joint, esa noche decidimos preparar tallarines para después
de fumarnos un porro o al revés, no recuerdo bien porque yo aún era inmune a la
marihuana y no entendía de esos rituales de comer después de fumar.
Mientras yo
cocinaba todos fumaban, para algunos fue
inmediato el efecto, para otros no tanto, para G no hubo etapas, sólo pálida y desde la
primera frase había perdido control completo de todo, comenzaron las 5 horas
más tenebrosas de nuestras vidas y lo digo en general porque sé que mis
compañeros estarían de acuerdo conmigo cualquier vez que les pregunten.
Contextualizándolos un
poco sobre el estilo de vida de G, no era un chico muy popular, bastante
religioso, bastante moralista, bastante grande físicamente y con una tendencia
muy tierna pero también muy incómoda de declararle su amor a sus amigas, 30
segundos pasada la hora de fumar, G logra modular su primera palabra
“ambulancia” el pobre G ya daba indicios de su estado, pero nadie estaba en
posición de ayudarlo. 5 minutos pasada la hora de fumar, ya todos se habían
dispersado hacia alguna otra parte del apartamento, G sigue en la cocina y en
un recipiente en el que tengo los tallarines decide verter un escupitajo que
descartó la única cena que había disponible para la noche. 10 minutos pasada la
hora de fumar, nos encontramos en el cuarto, ya nadie le hace caso a G, pero
debimos, debimos haberlo cuidado desde que balbuceó ambulancia, alguien siente el sonido del agua
cayendo del fregadero, o era ¿agua de verdad? No lo era, era G no reteniendo
nada en su estómago, alguien por fin decidió ir a ver cómo estaba.
El sonido de
agua cayendo resultó ser chorros y chorros de vómito que salían de su boca,
nunca había visto a nadie vomitar tantas veces, tan seguido, tanta cantidad de
líquido, toda la sala había quedado inundada y el líquido amenazaba con inundar
también el único cuarto habitable del apartamento, no pudimos detener los
vómitos, ni las alucinaciones de G que en algún punto pensó que estaba
vomitando su propio cerebro y moriría. 3 horas y media pasada la hora de fumar,
el baño dentro de la habitación fue el único lugar que quedó libre de vómito,
me encerré con llave dentro de él con una almohada y dormí sobre el excusado
hasta que todo pasó.
Hasta el día de hoy el
espectro de G vive entre nuestro grupo de amigos, por semanas no pensé en más
nada que en esa noche asquerosa, pero de todo lo malo viene algo bueno, no
importaba cuan drogados estuviésemos, NUNCA íbamos a superar el estado de G,
fue ahí cuando me relajé de verdad y me abrí a la posibilidad de perder el
control por completo. Algo que me sirvió de mucho en la próxima etapa de
experimentos.
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