domingo, 18 de mayo de 2014

El espectro G

  
Cinco años antes, cuando todos los hechos que estoy a punto de describir empezaron a suceder y debo decir que antes de este tiempo, simplemente no habría tenido la habilidad suficiente para contar de manera coherente cada detalle de mi vida como stoner, porque cada libro que he leído, cada serie de televisión y película que he visto, cada revista, cada persona que he conocido han influenciado este relato, que para mí es más que un relato, es mi vida privada expuesta en un texto.

Mi nombre es Alexandra Urbina y si me hubieras conocido algunos años atrás no habrías encontrado absolutamente nada en común con la persona que soy ahora, porque en el trayecto descubrí que existen muchas cosas locas en el mundo, pero las vemos así porque aún no estamos acostumbrados a ellas,  por qué no acostumbrarnos al hecho de que la  mayoría de las personas ha tenido una experiencia cercana con las drogas y casi todas, las describen como algo que vale la pena probar. Ésta es una crónica personal sobre mi experiencia con las drogas, una larga trayectoria que incluye a muchos contribuyentes y muchos llamados de alerta a los que nunca quise hacer caso.

El espectro de G
De vuelta a mis 18 era una joven recta, idealista, directamente comprometida con la opinión pública, virgen, cerrada en tantos sentidos, mi relación con las drogas en ese entonces era básicamente inexistente, es increíble como de pronto un concepto pasa de ser completamente abstracto a específico con el pasar de los años y aún más increíble como nuestras vidas cambian y te trasladas a un punto en el que te detienes a ver a la persona que solías ser y no puedes encontrar una sola coincidencia entre ambas y no digo que las drogas hayan influenciado ese cambio, la vida cambia porque la VIDA te cambia.

Recuerdo mi primera experiencia más por esa sensación de estar haciendo algo prohibido que por lo que de verdad fue, un completo fracaso, una muy querida amiga me dio la bienvenida a la ciudad y quiso que festejáramos compartiendo un joint (o algo parecido a un joint) no lo sé, estaba muy mal envuelto en celulosa, para ese entonces ni entendía que era celulosa solo pensaba que era envoltura de caramelo. En mi cabeza no existía ese proceso de inhalar, retener, soltar, todo esto era demasiado nuevo para mí, y muy difícil de seguir físicamente, así que por esa vez y por un montón de veces más, lo hice todo mal.

Cuando mi amiga logró encenderlo, al mismo tiempo que evitaba que se desmoronara en pedazos, cada quien hizo su parte, pero el joint no hizo la suya, fue tan triste que casi comienzo una armada de protestas en contra de aquellas charlas de colegio donde te decían que el uso de drogas es nocivo para la salud, pero al menos ese intento me valía para presumir frente a mis nuevos conocidos que, en efecto, aquella inteligente, dulce e inocente yo, había probado las drogas, una pequeña gran hazaña que compensaba el hecho de ser la única virgen de mi grupo de amigos, porque era inesperado y ser inesperado es lo único que importa.

Fue una cómica historia que sigo contando después de casi 5 años y que marcó el comienzo o, uno de los tantos comienzos de una etapa que aún sigue viva en mí. Luego de aquel fiasco por lo menos una vez al mes algún valiente lograba reunir a sus personas favoritas en una fiesta y sacaba un porro de su bolsillo diciendo “aquí todos fuman, ¿no?” Claro que todos fumaban, excepto yo que no sabía, pero no me iba a poner a contarles toda la historia a todos los que alguna vez me ofrecieran fumar, si una cosa aprendí de esa época era que una vez encendido, es una carrera contra el tiempo entre los fumadores y la duración del porro, casi siempre accedía a fumar por cortesía aunque no me hiciera nada, otras veces las personas intentaron enseñarme cómo fumar correctamente (aún así no consiguieron nada) y otras (muy controversiales por cierto) simplemente les decía que prefería otra cosa, pues la marihuana no me hacía efecto alguno, otra cosa ¿¿como qué?? Sus siempre terminaban siendo poemas.

Por no saber nunca qué se sentía estar drogada, todo el espectro que iba de “las drogas  te controlan la vida” se vino abajo completamente,  las cosas que te decían en el colegio, que te dicen en el colegio no son del todo ciertas, no son mentiras, pero algo que deberían cambiar es ese método de inducirte un miedo irracional a que pruebes algo que no conoces, es traumático y probablemente sea la razón por la que muchos jóvenes hoy en día lo hacen es porque quieren estar más en contacto con sus miedos.
Me había ganado el mérito de experimentar con otras cosas, cocaína check, ketamina check, rivotril check, lexotanil check y no hubo nunca un llamado de atención porque todo estaba medido, calculado y supervisado por un experto, otro gran amigo que me enseñó muchas cosas, una cosa que tampoco te dicen en el colegio, es que los dealers pueden tener corazones muy grandes, gracias a este amigo conocí los productos que acabo de nombrar, a conocer mis límites más allá de mis límites, a medirme, a comportarme, siempre he sido una stoner muy digna y eso es gracias a él, pero el mayor aprendizaje que pude obtener de aquel  amigo, fue el de no confiar en todo el mundo, se abierto y comparte, pero no confíes en nadie como confías en mí.

Con mis conocimientos en químicos y mi inmunidad a la marihuana fui imparable como por un año o dos, otra cosa acerca de las drogas es, si tu mente es débil tu cuerpo se rinde fácil, pero si eres una persona normal, que lleva una vida normal sin mucho de esto y poco de aquello, puedes fácilmente experimentar con las drogas sin que pase de eso, todo se trata de auto control, por eso siempre que escucho que alguien se cayó a golpes porque estaba fumando marihuana, mi reacción inmediata es “bitch please” y es ese el tipo de espectro que intentaría derribar si fuera una activista apoyando la causa de legalizar, hay muy poca información sobre los efectos de las drogas, como por ejemplo que en este momento, quizás el típico consumidor no luce como un motorizado de bar, sino que se parece más a una chica guapa de 17 años que sale de fiesta y le da a todo lo que consigue, sabías eso?

 Desafortunadamente no todos cuentan con un drug coach que te ayude a sobrellevar un largo viaje y es aquí donde le hago honor a la persona en el título de esta primera etapa de mi experiencia con las drogas, porque mi fondo no llegó por mí tocando fondo, sino por ver a alguien más tocándolo, bañándose en ese asqueroso charco de fondo en el que nunca quisiera caer.

La experiencia de G me ayudó a entender el poder que pueden llegar a tener las drogas sobre tu mente y a manejarlas con respeto. Luego de un tiempo, si te codeas con la gente adecuada, llegará una época en la que ni siquiera tendrás que salir de tu casa para conseguir un joint, esa noche decidimos preparar tallarines para después de fumarnos un porro o al revés, no recuerdo bien porque yo aún era inmune a la marihuana y no entendía de esos rituales de comer después de fumar.

Mientras yo cocinaba  todos fumaban, para algunos fue inmediato el efecto, para otros no tanto, para G  no hubo etapas, sólo pálida y desde la primera frase había perdido control completo de todo, comenzaron las 5 horas más tenebrosas de nuestras vidas y lo digo en general porque sé que mis compañeros estarían de acuerdo conmigo cualquier vez que les pregunten.

Contextualizándolos un poco sobre el estilo de vida de G, no era un chico muy popular, bastante religioso, bastante moralista, bastante grande físicamente y con una tendencia muy tierna pero también muy incómoda de declararle su amor a sus amigas, 30 segundos pasada la hora de fumar, G logra modular su primera palabra “ambulancia” el pobre G ya daba indicios de su estado, pero nadie estaba en posición de ayudarlo. 5 minutos pasada la hora de fumar, ya todos se habían dispersado hacia alguna otra parte del apartamento, G sigue en la cocina y en un recipiente en el que tengo los tallarines decide verter un escupitajo que descartó la única cena que había disponible para la noche. 10 minutos pasada la hora de fumar, nos encontramos en el cuarto, ya nadie le hace caso a G, pero debimos, debimos haberlo cuidado desde que balbuceó  ambulancia, alguien siente el sonido del agua cayendo del fregadero, o era ¿agua de verdad? No lo era, era G no reteniendo nada en su estómago, alguien por fin decidió ir a ver cómo estaba. 

El sonido de agua cayendo resultó ser chorros y chorros de vómito que salían de su boca, nunca había visto a nadie vomitar tantas veces, tan seguido, tanta cantidad de líquido, toda la sala había quedado inundada y el líquido amenazaba con inundar también el único cuarto habitable del apartamento, no pudimos detener los vómitos, ni las alucinaciones de G que en algún punto pensó que estaba vomitando su propio cerebro y moriría. 3 horas y media pasada la hora de fumar, el baño dentro de la habitación fue el único lugar que quedó libre de vómito, me encerré con llave dentro de él con una almohada y dormí sobre el excusado hasta que todo pasó.

Hasta el día de hoy el espectro de G vive entre nuestro grupo de amigos, por semanas no pensé en más nada que en esa noche asquerosa, pero de todo lo malo viene algo bueno, no importaba cuan drogados estuviésemos, NUNCA íbamos a superar el estado de G, fue ahí cuando me relajé de verdad y me abrí a la posibilidad de perder el control por completo. Algo que me sirvió de mucho en la próxima etapa de experimentos.

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