Cada año en éstas fechas, suelo hacer un texto que refleje lo distanciada que estoy del concepto de amor
y de amar. Cada año, un nuevo full disclosure se convierte en la manera de
dejar que otros se acerquen y sean testigos de mi infinita capacidad para
equivocarme y no hacer absolutamente nada para redimirme. Así que aunque crean
que éste es un post por el día de San Valentín, en realidad se trata de un post
sobre mí, en un miércoles por la tarde, desde casa haciendo lo que hago todo el
año, ser errática as fuck.
El principio del sexting es sencillo, le escribes a alguien
en busca de sexo, dependiendo de la disposición de ambos, ocurre un intercambio
de imágenes y mensajes eróticos que continúa, hasta
que uno de los dos acaba, fin de la interacción. Sextear me resulta bastante
sencillo excepto por aquellas veces en las que hacerlo con una sola persona no fue
suficiente, las veces que me obsesioné con los mensajes de mi compañero y los
míos propios y todas las veces que elegí a la única persona en el mundo con la
capacidad de torturarme con hacer absolutamente nada.
Su nombre es Carlos, lo conocí una vez en el 2016 y no nos
hemos visto físicamente desde entonces.
Es diseñador, fanático del arte y la
arquitectura, un fotógrafo decente y un arrogante de mierda. Carlos es el tipo
de persona que escribe, pero odia la idea de referirse a sí mismo como
escritor, no escucha nada que me parezca demasiado trascendental y si no fuera
por uno que otro gusto literario, no tendríamos nada en común, shit, no tenemos
nada en común, salvo por esa fijación por Miller y la filosofía. Todo en este tipo me hace querer salir
corriendo a buscar a un contador o un doctor con una especialidad aburrida para
nunca lidiar con un ego tan grande.
Entonces ¿por qué nombrarlo en un post? Aún hay muchas cosas
que no he logrado descifrar en mi vida, una de ellas es si tendría una relación
con un escritor, si me gusta o no el romanticismo, si le daría una oportunidad
a la monogamia y varias más. Pero pensar en Carlos despierta esas preguntas en
mí y me hace imaginarme que, de existir una persona, con un buen discurso y una
notable ambición por el poder, lo dejaría todo a un lado para estar con él.
El problema en éstos casos es que no importa qué tan ingeniosa
sea escribiendo mensajes de sexo/amor o qué tantas veces pueda hacer sexting
con una misma persona antes de que uno de los dos se aburra, es la falta de autocontrol, el traspaso de
cualquier límite moral y ético. No importa si se trata de solo sexo o amor, si
está en otro país o si tiene novia, si nos gustan los mismos libros o si todos
nuestros amigos se conocen. Nada, absolutamente nada tiene que ver con Carlos, se
trata de mí buscando validación de tipos como él, de asumir cierta posición
para no alejarlos, de pensar y repensar cada línea que escribo para sentirme
deseada.
Asumo que mucho de lo que me atrae a Carlos es esa oscuridad
que logra encontrar el camino hacia el romance, eso y la calentura de leer lo que escribe e
imaginarlo desempañar esas acciones, pero sé que no tengo ni debo
alimentar ningún pensamiento que lo
incluya a él. Ocasionalmente le dedico mensajes que lee y no producen ningún
efecto en él, algunos los han leído ustedes y otros me los quedo para mí. Es
irónico como siendo escritora, situaciones como ésta me hacen pensar en lo
inútil que es a veces, escribir.
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