Hoy me duele el espíritu
y aunque sé que me ha dolido varias veces en el pasado, no había sido capaz de
preguntarme el por qué, ni qué podía hacer para remediarlo, escribir me ayuda a
veces a dejar atrás mis demonios, y otras veces para hacerlos más fuertes y si
deben venir a llevarme por siempre, pues vendrán y no pondré resistencia sobre
ellos.
Hoy, son tres las
cosas sobre las que no estoy teniendo ningún tipo de control, la primera es el
pasado, aquel desbocado, pero casi
perfecto pasado que sigue respirando en mi memoria pero que poco a poco se va
desvaneciendo, se van perdiendo los tiempos en lo que sólo algunas cosas eran
difíciles, los tiempos en los que podía
contar contigo a cualquier hora, de cualquier día, en cualquier lugar, porque
el pasado nos extraña, pero no nos da permiso para volver.
La segunda es el
presente, tan lleno de “no”, lleno de complicaciones, de distancias irremediables,
de visitas por costumbre, de encuentros por favores, llenos de amistades con
las piernas largas y cansadas, de
cambios que golpean, de terceros con opiniones, de todos, menos de los dos, de
tristezas irremediables, de canciones que ya no nos hacen mover de nuestras
sillas.
Y por último el
futuro, ese que pensábamos que atravesaríamos juntos y ya ni sabemos si
queremos estar ahí, donde lo brillante se vuelve oscuro y nos empieza a llamar
la palabra imposible, el futuro que es un cuarto lleno de soledad y
desesperación, he visto el futuro y soy yo llorando por la ausencia de todos
Quizás estos tres
son los que no me dejan hablar, los que no me dejan mover, el peso de los tres
es tan grande que no puedo salir de mi mente y vivir con ustedes.
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