martes, 9 de septiembre de 2014

Inventario de quesos: Capítulo 1: el primer queso

Si son de Venezuela sabrán al leer esto que no se trata del queso de comer, si tengo la suerte de que sean de otras latitudes, en mi país, queso a veces toma el significado de "deseo" de ahí que tenerle queso a alguien es sinónimo de que te gusta alguien. 



En el Instituto Judibana, solían implementar un sistema para procurar que nunca estudiaran los mismos alumnos en una misma sección de grado, mi mamá decía que de esta forma, me vería obligada  a relacionarme con la mayor cantidad de estudiantes y no tendría problemas de adaptación social en el futuro.

Mentira.

Gracias a aquel sistema, todos los primeros días del comienzo del año escolar, los profesores nos forzaban a hacer un ejercicio de memoria en el que antes de decir quién eras, tenías  que memorizarte en orden el nombre de las personas que estaban sentadas delante de ti.

Nunca he podido olvidar a la primera persona que me gustó, nunca he olvidado a nadie porque a veces en mi intento de recordar cómo se sentía el “amor” los voy nombrando en mi cabeza, desde el primero, hasta el último, como en ese ejercicio mental que me enseñaron en el Instituto Judibana, como en todos los primeros días de clase.

Iban casi terminando los 90s, Edward era el hijo de una compañera de clases de mi mamá, tenía 7 años, como yo, era rubio porque su papá era italiano y vivía en los apartamentos  de la panadería Judibana. Cada vez que mi mamá tenía que estudiar con la mamá de Edward, nos llevaba a mí y a mi hermana a jugar con él, nunca fue amigable, no era divertido, aquel pequeño monstruo no nos dejaba tocar sus estúpidos juguetes, aparte, sufría de constantes ataques de ira y empezaba a dar patadas a quien se pasara por el frente, usualmente, yo era la que le pasaba por el frente, Mi  mamá decía que Edward era así porque venía de una familia inestable,

 Entre el inventario de juguetes, que era bastante amplio, recuerdo un barco pirata de Fisher Price, nunca entendí del todo la mala actitud de Edward, solo sentía un poco de lástima por él, el niño que tenía una habitación completa llena de juegos, pero no tenía a nadie con quien jugar, siempre cayendo por el chico solitario.

 Yo, temerosa de todo e insegura ante todo, dejé de intentar jugar con él por un tiempo, algún día tenía que pasársele la ira, me limité  a quedarme sentada en algún rincón de la habitación sin hacer nada, era obvio que lo odiaba, pero también en alguna parte de ese odio, no podía dejar de mirar su cabello rubio y su mirada inquieta.

Mi hermana, 4 años más grande que los dos, poseía la ventaja suficiente como para hacernos hacer lo que ella quisiera, fue entonces cuando un día pasó la cosa más bizarra que recuerdo de mi niñez.

Estando en el cuarto de Edward mi hermana propuso que nos encerráramos los dos en el closet, lo hicimos, nos encerramos y estuvimos en la oscuridad por un minuto más o menos, luego nos dejó salir.  Siguiendo de nuevo sus ordenes volvimos a entrar en el closet, ésta vez teníamos que besarnos, no se veía nada y hacía un poco de calor, no me moví sólo sentí la boca mojada de Edward pegada a la mía, no lo disfruté como creí que lo haría, finalmente, salimos y empecé a sentir un poco de asco acompañado de serias dudas sobre el por qué mi hermana me haría pasar por eso, pero la línea de pensamiento de una niña no llega hasta tan lejos como para cuestionar ese tipo de cosas, menos aún lo que estaba por suceder a continuación, tocaba volver a dentro closet,  mismo procedimiento, solo que esta vez Edward tendría que tocarme dentro del pantalón y yo tendría que meter mi mano dentro del suyo.

Tomó mucho tiempo ejecutar aquel plan, lo que hizo de aquella experiencia algo incluso más traumático de recordar. Curiosamente es lo último que recuerdo de Edward, de las visitas a su casa incluso, creo que desde aquella vez mi mente empezó a bloquear cualquier interacción que lo involucrara en mi vida. Es curioso también que los recuerdos que aún mantengo antes de aquella vez, son sólo peleas e insultos entre los dos, es como si inconscientemente quisiera odiarlo por lo que pasó aquel día.

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