Carolina Herrera se encontraba sola sentada frente a la
computadora en su apartamento alquilado en la urbanización el naranjal. Este
año Carolina Herrera no celebraría el día de San Valentín junto a sus amigos, ya que era la única que tenía que presentar un examen de competencias
comunicativas a las 6pm en Maracaibo, la ciudad donde ya no quedaba
nadie de su afecto, pues todos habían emigrado a un lugar mejor.
Carolina Herrera había ido temprano ese día a URBE a presentar su examen de
competencias comunicativas, Urbe siempre estaba lleno de gente muy ruidosa, muy
necesitada de atención y probablemente muy
necesitada de terapia.
Atravesando los pasillos llenos de mujeres que leían directo
de sus teléfonos mensajes como “mami: eres lo más bello que me ha pasado en la
vida” o “feliz día de San valentin mi reina” Carolina Herrera pensó que no
había peor día para caminar por los pasillos de URBE que un 14 de febrero a las
6 de la tarde.
Luego de presentar su examen, Carolina salió desesperada del
salón sólo para encontrarse con la aún más infernal cola de los taxis frente a
la universidad “qué mierda!” pensó, pensó que era una mierda tener que esperar
45 minutos por un taxi, cuando el trayecto de la universidad a su apartamento,
no llevaba más de 10 minutos caminando, pero era de noche y en Maracaibo 45
minutos de pie en una zona segura totalmente compensan 10 minutos a pie en una
zona peligrosa.
Finalmente llegó a su
casa, se cambió de ropa y se dispuso a esquivar cualquier mensajería cursi con
dedicatoria en las redes sociales, apartando además las comedias románticas subidas a última
hora a cuevana. En ese momento suena su celular, que por error de fábrica nunca
muestra el nombre de la persona que llama, puede ser uno de sus amigos, puede
ser importante, por favor que sea
importante, piensa Carolina.
Al contestar una voz chillona y con mucho volumen le dice
“feliz día de san valentin!!!!” de primera, Carolina Herrera no reconoce la vos
que le habla, “Hola, quién habla?” pregunta con inseguridad. “Maldita, ya no me conoces la vos,
soy yo Valentina”, Carolina cierra los ojos en un gesto de sufrimiento, “Hola
Valentina, cómo estas?” le sigue la conversación resignada.
Valentina es una prima de Carolina, de esos familiares que
nunca entienden que tienes una vida aparte de ellos y que si no la tuvieras,
tampoco querrías tenerlos cerca, Valentina era esa clase de prima que lleva
años comprometida con un hijo de puta que de esos que te consigues en un local
seduciendo a todo lo que le pasa por el frente.
“aja, contame, que vas a hacer hoy?” en su acento maracucho
bien marcado, “Nada, estar en la casa, ver series, lo que sea (lo que sea menos
salir contigo)” dice suplicando que lo que sigue a continuación no sea una invitación, “MI
ALMA MIJA, vístete que Joaquin y yo te vamos a pasar buscando para ir a comer”
, “es que no tengo nada de plata Valentina”, “aja y acaso yo te estoy diciendo
que vas a pagar algo, vaaamos, no va a ser nada romántico, es para que no estés
solita en ese apartamento tan deprimente” Ahí
tenía un buen punto, después de diez segundos de incómodo silencio y
para no perder la oportunidad de una cena gratis (cuando vives solo una comida
gratis es muy difícil de rechazar) a cuenta del lord de los agarrados Joaquin, Carolina finalmente accedió a lo que sabía terminaría siendo una muy mala
idea, pero así es uno cuando es joven, piensas en las cosas que te molestan,
las enfrentas y luego esperas a que un día el karma te lo reponga con la
materialización de un James Franco acostado en tu cama haciendo selfies
eróticas. One can only hope
A las 10 y 30 de la noche de un 14 de febrero Valentina hace
un llamado a mi ventana con la corneta del carro de Joaquín. Carolina baja las
escaleras de su edificio, sale por el portón del estacionamiento y entra en el
carro de Joaquín y Valentina. Se trataba
de un encuentro casi forzado, Valentina lo sabía, Joaquín lo sabía, hasta lucho
el de los pastelitos se habría dado cuenta de haber estado presente, entre
preguntas tontas y respuestas cortantes de su parte, se pasó el recorrido de su casa al restaurante, no malinterpretemos, a Valentina en parte le encantaba esa
actitud amarga de Carolina y se llevaban muy bien, la mayor parte del tiempo.
El auto se detuvo frente al Tony Romas de la 78, “clásico”
pensó Carolina, para dos marabinos cuyas pasiones incluían el beisbol y un viaje
anual a la isla de Aruba, Tony Romas calaba perfecto como destino romántico un 14 de febrero. Los tres
se bajaron del BMW de Joaquín y entraron
al restaurante, para sorpresa de Carolina, dos parejas más se encontraban
esperándolos en una mesa grupal Ana Laura y Kike, Tomás y Valeria. Seis
personas, tres parejas de marabinos con mentalidad de snob sirvieron de
acompañantes para la noche de San Valentín de Carolina Herrera.
La cena transcurrió según lo esperado, un bombardeo de
preguntas del por qué Carolina estaba sola el día de San Valentín y una decena
de historias intimas que Carolina realmente no tenía ganas de escuchar,
finalizada la cena, se pidió la cuenta y se dividió entre los tres caballeros
presentes, Joaquín por supuesto tuvo que
correr con los gastos de su
“aparentemente desdichada” prima política. Sin remordimiento alguno Carolina se
levantó y se dirigió hasta el carro de Joaquín para fumarse un cigarro.
En unos minutos Valentina y Joaquín salieron del restaurante
y se encontraron alrededor del carro, dentro, Valentina sugirió que la dejaran
a ella primero, pues la casa de Joaquín y la de Carolina se encontraban
relativamente cerca. Valentina pasó la mayor parte del viaje inmersa en un
episodio de nostalgia hacia el tiempo en el que ambas
pasaban juntas de niñas donde Carolina
siempre terminaba metiéndolas en problemas a las dos.
Estacionados frente a la casa de Valentina, Joaquín se
despidió de su enamoradísima novia con un beso bastante casual. De regreso a la
casa de Carolina ninguno de los dos emitió sonido alguno, Carolina se
despidió de Joaquín con un simple adiós,
se bajó, abrió la puerta del edificio y entró. Mientras subía las escaleras un
mensaje entró a su celular.
“Dame media hora, voy
por los muchachos” Carolina continuó subiendo las escaleras.
A las 11 y treinta minutos del 14 de febrero ,Carolina
Herrera abrió la puerta de su casa para dejar pasar a Joaquín, Kike y Tomás. En la sala de su apartamento alquilado en la urbanización el naranjal, los tres
jóvenes comenzaron a tomar tres partes diferentes del cuerpo de Carolina, quien más que excitada comenzaba a sostener y
acariciar las erecciones de sus acompañantes. Una y otra vez Carolina se cogió
a los tres ejemplares novios, de las tres mejores amigas, hasta que su cuerpo
quedó completamente exhausto. A las 3 y 45 del 15 de febrero, Carolina
despidió a los tres jóvenes, justo como
se despide a tres tipos que te acaban de coger todos al mismo tiempo, con una
camiseta mega grande, un envase de agua mineral en la mano y un cigarro a medio
prender.
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